Cuando el vampiro
atravesó la puerta yo ya sabía lo que se avecinaba. Estaba aterrada, mis pies
querían salir disparados de aquella horrible habitación sobrecargada de una
decoración barroca, me daba fatiga nada más de verla. Suspiré acercándose a mí.
No sabía cuánto tiempo llevaba en esa repugnante cárcel, solo sé que era mucho.
Mucho tiempo, sentía que se había pasado un año, o quizá medio. No lograba
comprender como me escogieron entre tanto humano suelto. ¿Por qué a mí? ¿Por
qué Dios? Se me olvidada. En donde yo estoy…No existe Dios.
-Ya sabes cómo va
esto.-murmuró con una sonrisa cargada de arrogancia sintiéndose superior, parecido a un coyote y yo su presa fácil. Así
lo era. Me encontraba sentada encima de un diván con ligero vestido blanco ya
que eso motivaba más a los de su especie beber de nuestro néctar vital. Ese de
color rojizo que circulaba por cada vena y arteria de todo el cuerpo humano.
Era…Asqueroso.
Después de tantos
años ver como a una joven muchacha se le derramaba la sangre por el cuello,
desfallecía o incluso se retorcía de dolor por el suelo, les excitaba. Eran de
la peor calaña, además de ello. No recuerdo ni quién soy, ni cuál es mi nombre,
tampoco cuál era mi vida antes. No sé nada. Absolutamente en blanco está mi
mente al intentar acordarme de todo. Suspiré para asentir después de tanto
pensamiento en mi cabeza.
De repente las
luces se apagaron y por obligación me tuve que quitar mi fina cadena de plata
que se adueñaba de mi cetrina piel con un dije en donde se tallaba mi código de
persona acompañado de mi tipo de sangre.
Luego de un par de
segundos grité. Juro que grité todo lo que pude, pero mis chillidos fueron
cesados al oírse un crujido en mis huesos. Solo pude maldecir quedando casi moribunda en
las sábanas también del mismo color que mi ropa. Todas las alarmas empezaron a sonar convocando
a una serie de asistentes humanos no tan normales como yo y unos vampiros de la
mayor fuerza posible.
-Mierda. ¿Qué coño has hecho Sam? ¿No te das cuenta de
que es muy joven?-Mis párpados apenas se podían abrir y respiraba con mucha
dificultad. Me dolía el pecho, como si me lo hubiese arrancado de cuajo al
querer acariciarme de forma salvaje. Mareada y tosiendo, sentí un gran alivio
al ver que me inyectaban una dosis de mi tipo haciéndome sentir mejor. Me
recostaron en el colchón boca arriba sanando la herida con suma delicadeza una
mujer baja de aspecto nativo norteamericano.
Transcurridos unas
pocas horas más, mi dueño se encontraba a los pies de mi cama expectante a lo
que me ocurría, ha como tomaba aliento y
mis pulmones se hinchaban. Maldito sea…Odiaba cuando lo hacía, era insoportable.
-Genial bella
durmiente…-se cruzó de brazos de forma instintiva. Blake era un joven que
aparentaba unos 25 años, de ojos claros con pelo totalmente rubio, casi alvino.
Nadie se metía con él, al acercarse a mí nadie podía estar entre nosotros dos.
Solo él elegía a quiénes yo podía alimentar y quienes podían utilizarme para
sus deseos aunque jamás permitió que me usaran de objeto sexual. Además de que
no era lo suficientemente atractiva a mí parecer; estaba tan demacrada que los
huesos se me veían. Comía muy bien en esa maldita cárcel, así la llamaba yo.- Esta semana llega una nueva
integrante. Será una de mis “protegidas”-hizo las comillas con sus dedos
cargados de anillos brillantes con muchos diamantes preciosos, dándole un toque
sofisticado a todo su aspecto que destilaba miedo y mucha superioridad al oír
como caminaba, o el leve movimiento de la capa que llevaba arrojaba un fuerte
perfume mezclado con olor a puros habanos- La llaman Kassi, tendrás que
enseñarle todo lo que sabes…-murmuró levantando su barbilla indicándome a que
me ponga de pie. Al instante obedecí haciendo un ademán con mi cabeza-
-Sí, señor.-Esbocé
una falsa sonrisa en mi rostro pero entonces Blake tomó mis labios con sus
dedos apretándolos con algo de fuerza. A veces me maltrataba, otras me besaba
sin más. Daba terror, a veces te sentías a gusto con él. Otras, solo querías
huir. Cerré mis ojos con miedo respirando muy tensa, alterándose el ritmo de mi
corazón. Mierda…Contrólate. Me dije a mí misma sabiendo que oía cada parte de
mi sangre bombear.
-Nos veremos luego…-aseguró
con una voz algo lejana arrojándome al suelo causando con ganas chocarme contra
la pared. Efectué una mueca de dolor quejándome con un bufido, y pensar que era
la más “rebelde” según los humanos de toda esa sexta. No obstante, esa es otra
historia.
Me levanté en
firmeza caminando en rumbo a mi habitación oscura, en ella solo había una cama,
un lavabo y una ventana con una cortina sumamente mugrienta y eso que me había
quejado un par de veces al no ser lavada por las limpiadoras, mas estas se
negaban a tomar algo tan horrendo entre sus manos. Las comprendía, estaba lleno
de sangre, parecía como si una vaca menstruara por ella. Puaj.
Lo siguiente que
recuerdo es que me acosté entre las sábanas que al menos calentaban todo mi
cuerpo, y olían bien cayendo ante los brazos de Morfeo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario