miércoles, 8 de febrero de 2012

Capítulo 1


Desperté en la mañana, como todas era sumamente aburrida. Suspiré poniéndome en pie y con mis dedos me ayudé para ver por el visillo. Las lamas, las humanas corrían despavoridas por no ser cazadas ante aquel demonio llamado “Vampiro” –Mierda…-pensé acomodando mi bata blanca por mis hombros, abrí la puerta sacando apenas mi pequeña cabeza observándolo todo de un punto más gráfico- ¿Qué diablos ocurre?-le pregunté a mi compañera que se encontraba asustada en una esquina, balanceándose con aspecto de una niña, traumada…Sus ojos me miraron con terror, su sonrisa se torció a una macabra que provocó que mi piel se comience a erizar hasta darme un ligero escalofrío-¡DIME!-Ordené zarandeándola con ambas manos, sin embargo esta se río en mi cara.
Frustrada bufé saliendo de la horrible habitación bastante veloz, mi apariencia desaliñada no daba abasto, estaba más repugnantemente espantosa que si me viera mi madre gritaría echándose a correr…Bueno, si tuviera madre claro. Me dispuse a bajar las escaleras, todas las jóvenes del hotel seguían corriendo rompiendo todo el orden de la sala en gritos, sollozos, maldiciones y más cosas que ni yo misma entendía. Ni siquiera me atrevía a pensar que aquello era mi idioma, quizá estaban delirando, quizá se habían fumado algo que no estaba permitido en el alojamiento. Después de unos minutos, tuve que sentarme a respirar, pensar; medité sin poner en ningún punto fijo mis ojos cuando me encontré con unos rojos carmesíes acompañados de un ligero ápice de maldad. Toda mi mente se bloqueó percibiendo como una mano fuerte me cogía entre ellas, lanzándome contra la mesita de cristal así rompiendo mi piel a posta, mi sangre emergió perezosa y todas las demás chicas se fijaron en mí.

-¿Por qué esta vana humana tiene la sangre muy espesa?-El canalla que me ocasionó tanto dolor enjugaba su dedo con mi esencia roja a lo que solo pude escupirle en la cara-
-Vete de aquí…-mis dientes se presionaron unos con otros mostrándoselos en un fuerte gruñido pero a cambio recibí una fuerte bofetada oyendo como los suspiros y sonidos de asombro salían de mis compañeras que intentaban zafarse de los secuaces del  maldito blondo que me golpeó- ¡Vete maldito hijo de puta!-Conseguí levantarme y con todas mis fuerzas le empujé lo más que pude, tan solo separándole de mí unos pocos centímetros- Os odiamos, a ti y  a toda tu jodida raza…¡No tienes derecho a invadir nuestro lugar! Cabrones…-Un gran grito de mi pecho salió de manera dolorosa, algo penetró mi espalda. ¿Qué eran? ¿Mis pulmones? Mi respiración se agitó, mi corazón parecía desfallecer, mi vista empezó a ser deficiente todo en cuanto me rodeaba no podía divisarlo bien. Me volteé a mirar con un gesto de angustia rezando para que no fuera lo que creía que era.
Lo era…
Una estaca atravesó mi espalda sin piedad, la devastó…La sangre salió a borbotones sin salir de todo mi asombro. Tom me perforó un pulmón sin poder respirar- ¿Por qué?..-balbuceé con la boca empapada de rojo. Mis piernas no abarcaron mi peso  y caí sobre ellas en tanto el blondo tomó mi cabello con desdén mirándome con lujuria en los ojos justo a la altura de su pelvis. Las humanas no estábamos obligadas a hacerlo, de hecho si te acostabas con un vampiro podrías morir en el intento por diferentes causas; una de ellas era que poseían tanta fuerza para romperte las costillas y demás huesos. La otra…Alimentar tanto su deseo que beber de ti no era solo una metáfora…Te dejarían seca hasta tu puta muerte.
-¿Qué me dices cielo?-susurró en mi oído lamiendo el contorno de mi oreja cubierta de sangre. Tragué saliva con dificultad poniendo mis manos en sus piernas y por más de que creas que no podía, si puede ponerme de pie justo a la altura de su rostro- Oh, prefieres mis labios…-añadí con un guiño que casi estuve a punto de asestarle un fuerte puñetazo en la nariz mas me contuve en un leve suspiro. Negué con mi cabeza caminando en dirección contraria arrastrando mis pies al suelo-
-Soltadles…-dije en un carraspeo haciéndome ver lo mucho que goteaba el líquido vital que bombeaba con dificultad mi vida- Llamaré a Kenneth para que ponga orden en este maldito sitio…Si buscáis comida, este es…Pero no de esta forma, nadie allana La TBHS así..Vámonos chicas.-Musité saliendo por la puerta grande dejándolos boquiabiertos cuando me atreví a quitarme la maldita estaca de mi cuerpo sin emitir ningún sonido por honor a mi gran orgullo- ¿Entendieron?-Giré mis ojos ante ese vampiro desconocido- Puedo hacerte mucho daño…No soy una simple humana, como crees…-me crucé de brazos arqueando una de mis cejas con mi barbilla bien alta sin amedrentarme. Por dentro sentía tanto miedo pensando en que si mis piernas flaquearían o una respiración en falso haría que muriese descuartizada, no obstante, no fue así. Todos me escuchaban con mucha atención, más de la que hubiese deseado- Así que suelta a MIS chicas…-El posesivo lo pronuncié con demasiado énfasis tanto que algunos otros chupasangres se rieron en mi cara. No me quedaba de otra. Tenía que hacerlo

jueves, 12 de enero de 2012

Prólogo.


Cuando el vampiro atravesó la puerta yo ya sabía lo que se avecinaba. Estaba aterrada, mis pies querían salir disparados de aquella horrible habitación sobrecargada de una decoración barroca, me daba fatiga nada más de verla. Suspiré acercándose a mí. No sabía cuánto tiempo llevaba en esa repugnante cárcel, solo sé que era mucho. Mucho tiempo, sentía que se había pasado un año, o quizá medio. No lograba comprender como me escogieron entre tanto humano suelto. ¿Por qué a mí? ¿Por qué Dios? Se me olvidada. En donde yo estoy…No existe Dios.
-Ya sabes cómo va esto.-murmuró con una sonrisa cargada de arrogancia sintiéndose superior,  parecido a un coyote y yo su presa fácil. Así lo era. Me encontraba sentada encima de un diván con ligero vestido blanco ya que eso motivaba más a los de su especie beber de nuestro néctar vital. Ese de color rojizo que circulaba por cada vena y arteria de todo el cuerpo humano. Era…Asqueroso.
Después de tantos años ver como a una joven muchacha se le derramaba la sangre por el cuello, desfallecía o incluso se retorcía de dolor por el suelo, les excitaba. Eran de la peor calaña, además de ello. No recuerdo ni quién soy, ni cuál es mi nombre, tampoco cuál era mi vida antes. No sé nada. Absolutamente en blanco está mi mente al intentar acordarme de todo. Suspiré para asentir después de tanto pensamiento en mi cabeza.
De repente las luces se apagaron y por obligación me tuve que quitar mi fina cadena de plata que se adueñaba de mi cetrina piel con un dije en donde se tallaba mi código de persona acompañado de mi tipo de sangre.
Luego de un par de segundos grité. Juro que grité todo lo que pude, pero mis chillidos fueron cesados al oírse un crujido en mis huesos.  Solo pude maldecir quedando casi moribunda en las sábanas también del mismo color que mi ropa.  Todas las alarmas empezaron a sonar convocando a una serie de asistentes humanos no tan normales como yo y unos vampiros de la mayor fuerza posible.
-Mierda.  ¿Qué coño has hecho Sam? ¿No te das cuenta de que es muy joven?-Mis párpados apenas se podían abrir y respiraba con mucha dificultad. Me dolía el pecho, como si me lo hubiese arrancado de cuajo al querer acariciarme de forma salvaje. Mareada y tosiendo, sentí un gran alivio al ver que me inyectaban una dosis de mi tipo haciéndome sentir mejor. Me recostaron en el colchón boca arriba sanando la herida con suma delicadeza una mujer baja de aspecto nativo norteamericano.

Transcurridos unas pocas horas más, mi dueño se encontraba a los pies de mi cama expectante a lo que me ocurría,  ha como tomaba aliento y mis pulmones se hinchaban. Maldito sea…Odiaba cuando lo hacía,  era insoportable.
-Genial bella durmiente…-se cruzó de brazos de forma instintiva. Blake era un joven que aparentaba unos 25 años, de ojos claros con pelo totalmente rubio, casi alvino. Nadie se metía con él, al acercarse a mí nadie podía estar entre nosotros dos. Solo él elegía a quiénes yo podía alimentar y quienes podían utilizarme para sus deseos aunque jamás permitió que me usaran de objeto sexual. Además de que no era lo suficientemente atractiva a mí parecer; estaba tan demacrada que los huesos se me veían. Comía muy bien en esa maldita cárcel, así la  llamaba yo.- Esta semana llega una nueva integrante. Será una de mis “protegidas”-hizo las comillas con sus dedos cargados de anillos brillantes con muchos diamantes preciosos, dándole un toque sofisticado a todo su aspecto que destilaba miedo y mucha superioridad al oír como caminaba, o el leve movimiento de la capa que llevaba arrojaba un fuerte perfume mezclado con olor a puros habanos- La llaman Kassi, tendrás que enseñarle todo lo que sabes…-murmuró levantando su barbilla indicándome a que me ponga de pie. Al instante obedecí haciendo un ademán con mi cabeza-
-Sí, señor.-Esbocé una falsa sonrisa en mi rostro pero entonces Blake tomó mis labios con sus dedos apretándolos con algo de fuerza. A veces me maltrataba, otras me besaba sin más. Daba terror, a veces te sentías a gusto con él. Otras, solo querías huir. Cerré mis ojos con miedo respirando muy tensa, alterándose el ritmo de mi corazón. Mierda…Contrólate. Me dije a mí misma sabiendo que oía cada parte de mi sangre bombear.
-Nos veremos luego…-aseguró con una voz algo lejana arrojándome al suelo causando con ganas chocarme contra la pared. Efectué una mueca de dolor quejándome con un bufido, y pensar que era la más “rebelde” según los humanos de toda esa sexta. No obstante, esa es otra historia.
Me levanté en firmeza caminando en rumbo a mi habitación oscura, en ella solo había una cama, un lavabo y una ventana con una cortina sumamente mugrienta y eso que me había quejado un par de veces al no ser lavada por las limpiadoras, mas estas se negaban a tomar algo tan horrendo entre sus manos. Las comprendía, estaba lleno de sangre, parecía como si una vaca menstruara por ella. Puaj.
Lo siguiente que recuerdo es que me acosté entre las sábanas que al menos calentaban todo mi cuerpo, y olían bien cayendo ante los brazos de Morfeo.