jueves, 12 de enero de 2012

Prólogo.


Cuando el vampiro atravesó la puerta yo ya sabía lo que se avecinaba. Estaba aterrada, mis pies querían salir disparados de aquella horrible habitación sobrecargada de una decoración barroca, me daba fatiga nada más de verla. Suspiré acercándose a mí. No sabía cuánto tiempo llevaba en esa repugnante cárcel, solo sé que era mucho. Mucho tiempo, sentía que se había pasado un año, o quizá medio. No lograba comprender como me escogieron entre tanto humano suelto. ¿Por qué a mí? ¿Por qué Dios? Se me olvidada. En donde yo estoy…No existe Dios.
-Ya sabes cómo va esto.-murmuró con una sonrisa cargada de arrogancia sintiéndose superior,  parecido a un coyote y yo su presa fácil. Así lo era. Me encontraba sentada encima de un diván con ligero vestido blanco ya que eso motivaba más a los de su especie beber de nuestro néctar vital. Ese de color rojizo que circulaba por cada vena y arteria de todo el cuerpo humano. Era…Asqueroso.
Después de tantos años ver como a una joven muchacha se le derramaba la sangre por el cuello, desfallecía o incluso se retorcía de dolor por el suelo, les excitaba. Eran de la peor calaña, además de ello. No recuerdo ni quién soy, ni cuál es mi nombre, tampoco cuál era mi vida antes. No sé nada. Absolutamente en blanco está mi mente al intentar acordarme de todo. Suspiré para asentir después de tanto pensamiento en mi cabeza.
De repente las luces se apagaron y por obligación me tuve que quitar mi fina cadena de plata que se adueñaba de mi cetrina piel con un dije en donde se tallaba mi código de persona acompañado de mi tipo de sangre.
Luego de un par de segundos grité. Juro que grité todo lo que pude, pero mis chillidos fueron cesados al oírse un crujido en mis huesos.  Solo pude maldecir quedando casi moribunda en las sábanas también del mismo color que mi ropa.  Todas las alarmas empezaron a sonar convocando a una serie de asistentes humanos no tan normales como yo y unos vampiros de la mayor fuerza posible.
-Mierda.  ¿Qué coño has hecho Sam? ¿No te das cuenta de que es muy joven?-Mis párpados apenas se podían abrir y respiraba con mucha dificultad. Me dolía el pecho, como si me lo hubiese arrancado de cuajo al querer acariciarme de forma salvaje. Mareada y tosiendo, sentí un gran alivio al ver que me inyectaban una dosis de mi tipo haciéndome sentir mejor. Me recostaron en el colchón boca arriba sanando la herida con suma delicadeza una mujer baja de aspecto nativo norteamericano.

Transcurridos unas pocas horas más, mi dueño se encontraba a los pies de mi cama expectante a lo que me ocurría,  ha como tomaba aliento y mis pulmones se hinchaban. Maldito sea…Odiaba cuando lo hacía,  era insoportable.
-Genial bella durmiente…-se cruzó de brazos de forma instintiva. Blake era un joven que aparentaba unos 25 años, de ojos claros con pelo totalmente rubio, casi alvino. Nadie se metía con él, al acercarse a mí nadie podía estar entre nosotros dos. Solo él elegía a quiénes yo podía alimentar y quienes podían utilizarme para sus deseos aunque jamás permitió que me usaran de objeto sexual. Además de que no era lo suficientemente atractiva a mí parecer; estaba tan demacrada que los huesos se me veían. Comía muy bien en esa maldita cárcel, así la  llamaba yo.- Esta semana llega una nueva integrante. Será una de mis “protegidas”-hizo las comillas con sus dedos cargados de anillos brillantes con muchos diamantes preciosos, dándole un toque sofisticado a todo su aspecto que destilaba miedo y mucha superioridad al oír como caminaba, o el leve movimiento de la capa que llevaba arrojaba un fuerte perfume mezclado con olor a puros habanos- La llaman Kassi, tendrás que enseñarle todo lo que sabes…-murmuró levantando su barbilla indicándome a que me ponga de pie. Al instante obedecí haciendo un ademán con mi cabeza-
-Sí, señor.-Esbocé una falsa sonrisa en mi rostro pero entonces Blake tomó mis labios con sus dedos apretándolos con algo de fuerza. A veces me maltrataba, otras me besaba sin más. Daba terror, a veces te sentías a gusto con él. Otras, solo querías huir. Cerré mis ojos con miedo respirando muy tensa, alterándose el ritmo de mi corazón. Mierda…Contrólate. Me dije a mí misma sabiendo que oía cada parte de mi sangre bombear.
-Nos veremos luego…-aseguró con una voz algo lejana arrojándome al suelo causando con ganas chocarme contra la pared. Efectué una mueca de dolor quejándome con un bufido, y pensar que era la más “rebelde” según los humanos de toda esa sexta. No obstante, esa es otra historia.
Me levanté en firmeza caminando en rumbo a mi habitación oscura, en ella solo había una cama, un lavabo y una ventana con una cortina sumamente mugrienta y eso que me había quejado un par de veces al no ser lavada por las limpiadoras, mas estas se negaban a tomar algo tan horrendo entre sus manos. Las comprendía, estaba lleno de sangre, parecía como si una vaca menstruara por ella. Puaj.
Lo siguiente que recuerdo es que me acosté entre las sábanas que al menos calentaban todo mi cuerpo, y olían bien cayendo ante los brazos de Morfeo.